Email # 1: Antimanual Para Nuevos Redactores
- Marco Gentile
- 21 ene 2024
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 20 feb 2024

Querido navegante, he remado mucho, pero por fin te encontré en el vasto mar de Internet. Este parece hervir de peces y cardúmenes, pero en realidad, estamos solos, flotando en billones de toneladas de basura y malos contenidos. Y si no fuera porque algunos chistes valen la pena, no haríamos tanto Scroll.
En estos días, agobiado por los efectos de la quimioterapia, me distraje un rato en las redes. Harto de leer estupideces, decidí releer una serie de cartas que mandé por e-mail a unos amigos. Eran epístolas que combinaban conocimientos sueltos de neuromarketing con literatura y el arte de redactar. Mi objetivo era enseñarles lo que había aprendido tras perder todos mis dientes, tropezando una y otra vez con las mismas piedras.
Cómo convertirse en Redactor
Bien podría haber convertido esas cartas en un libro, o mejor aún, ¡en un eBook!, y ganar una buena “pasta” vendiéndolo a solo 2.99$ por unidad. Solo necesitaría diseñar una campaña bien “puyada” de neuromarketing, y aprovechar el bendito 3% de conversiones gracias a los embudos de venta, todo respaldado por la garantía de la buena gente de Google Ads. 😉
¿Se puede ganar dinero como redactor?
No todo es dinero...
Estas cartas las escribí con una gran carga de cariño para personas que sabían muy poco, o nada, sobre el oficio de redactar y crear contenidos digitales. Son mi legado, aunque efímero, para una generación que podría estar interesada hasta pasado mañana. Pero prefiero mis 2 dos días de fama, que llenarme de polvo y de hongos en las amadas bibliotecas que ya nadie visita.
Y no se me ofendan los eruditos, porque no estoy escribiendo para ustedes.
Esta serie de cartas sirve de Antimanual para Nuevos Redactores en el cual contaré cómo un escritor a la antigua se convirtió en redactor. La razón: Me cansé de esperar que mi oficio me diera de comer y noté que, al unir los conocimientos antiguos, con lo nuevo, tendría al menos una oportunidad de destacar en el egocéntrico mundo digital. Un mundo en el cual, si no sabes tomarle el pulso, terminarás escribiendo para tu tía la solterona, tu amigo que te debe dinero y solo le da me gusta a tus publicaciones para que no le cobres. O, en el peor de los casos, que tu mamá aparezca con un grandioso y condescendiente comentario, diciendo que eres el mejor.
Mi segmento está bien definido: Gente que quiere escribir “bien” en esta época, no en la del siglo de las luces, ni se quieren parecer a Sthendhal ni a Gorki. Yo le apunto a los noveles redactores, o creadores digitales que desean ver sus contenidos triunfar y viralizarse en internet.
Para ellos estoy escribiendo este diario de mis intimidades como ser humano, reconociendo lo que muchos no se atreven a decir, que frecuentemente el maestro fue uno de los peores alumnos.
Técnicas de un Copywriter: Retar a la audiencia
Espero que esta laaarga introducción al tema no te haya restado interés, y si lo hizo, te prometo que tengo 15 cartas más para editar, repletas de consejos de redacción y boberías como esta. Pero como no tienes la clave de mi blog, y yo ya pagué un año completo de alojamiento, me puedo dar el lujo de escribir lo que me plazca; porque nadie me está pagando por hacerlo, y yo no te estoy cobrando nada. Así que no le mires el colmillo al "Caballo Regalado".
Ahora sí, tras sacarme esta espinita y desafiar la ley del marketing - que exige introducciones cortas-, te presento la primera carta que escribí para mis amigos:
Cómo aprender a Redactar: Confesiones de un Autodidacta
Amigos míos, quiero agradecer a la Providencia por haberlos puesto en mi camino e insertar en la ecuación de nuestra amistad la necesidad de convertirme en una especie de mentor. Aunque no me considero ni más inteligente ni mejor preparado, y salta a la vista, tampoco más sabio.
Debo empezar por confesar “mea culpa” sin rodeos: Nunca fui ni me formé como lingüista, tampoco obtuve títulos literarios en gramática...
Gracias a una paternidad temprana y una raquítica madurez, abandoné mis estudios universitarios a los 22 años. No fue hasta los 32, una década después y ya cansado de la discriminación por mi condición de bachiller, que retomé la universidad. Lo hice en una nueva institución llamada Misión Sucre; una Alma Mater improvisada con sedes prestadas y profesores cuya formación académica era equiparable a la de los mismos bachilleres a quienes enseñaban, salvo algunos Licenciados de los que sí doy buen testimonio. Aunque todos ellos se fueron porque les pagaban cada 6 meses.
A duras penas estudié Producción de Medios de Comunicación, lo cual me sirvió más para aprender a enseñar que para ser alumno; ya que, siendo estudiante, me usaban como profesor, no por ser un genio, sino porque algunos docentes desconocían ciertas áreas de la comunicación que yo dominaba de manera autodidacta.
¿Dónde se estudia para ser un buen Redactor?
Mi formación previa se la debo a la universidad de la vida. Fui bibliotecario durante cinco años, transformándome en un ratón de biblioteca. Aproveché la oportunidad de mi trabajo para leer toda la sección literaria de la ciudad de Chivacoa, así como las de Urachiche y San Felipe.
Luego me convertí en funcionario público, aprendiendo a ser oficinista y empleado administrativo. Posteriormente, me transformé en publicista. Esta amalgama de campos disímiles me brindó una especie de conocimiento holístico, que me permitía actuar como un prestidigitador de la opinión que la gente se formaba sobre mí; utilizando el lenguaje y mis conocimientos limitados para influir en su percepción, aunque sabía que todo era un espejismo.
Siempre he sido crítico de la rigidez del sistema educativo mundial, que no evalúa tu talento sino tu memoria. Sin embargo, como pasa con todas las almas jóvenes, comencé a entender la necesidad de los procesos conservadores que desafié en mi juventud. "Conservar" es sinónimo de "mantener", y para que algo pueda crecer, desarrollarse y multiplicarse, primero debe ser "conservado".
Por ende, aprendí a navegar en la filosofía de ambos mundos, investigando académicamente y en internet, poniendo a prueba mis teorías a través de la vida. Ensayé, erré innumerables veces y aprendí de mis errores, incluso, formulando teorías que se apoyaban en mis falencias para superarlas.
En este libro, que adoptará un formato epistolar, es decir, compuesto de cartas, me mostraré ante ustedes como una carta abierta, compartiendo lo que Dios me ha enseñado sobre mis propios errores. No conozco otra manera de enseñar, ya que los seres humanos somos tercos por naturaleza y aprendemos más del dolor que de la dicha. Es una realidad: Nos cuidamos más la piel de la pantorrilla si ya nos la hemos escaldado con el brocal de la acera.
¿Algún día hablarás de Técnicas de Redacción?
Espérate ahí... Estoy habando de ellas, pero no te das cuenta...
Sobre el arte de escribir se ha hablado tanto y se han creado tantas cátedras y escuelas que intentar llenarlos de esos conocimientos sería una proeza interminable, y probablemente se aburrirían antes de saborearlo realmente.
Por eso, los invito a hacer investigaciones autodidactas en el camino que más les guste, y a descubrir por sí mismos que jamás se puede abarcarlo todo. Concéntrense en caminar, no en correr. Escojan un camino más humilde, rogando al cielo que se vaya ensanchando a medida que avanzan. Y si no, encuentren la constancia para rampar en el fango cuando sea preciso, trepar cuestas y saber con qué frenarse en las grandes caídas...
Comenzaré repasando aquí algunas cosas que les he comentado a varios de ustedes de forma privada, pero es necesario incluirlas en este libro para que estén al alcance de todos los que inician el viaje del “Error”. Les invito a aprender conmigo sobre la marcha, incluso de mi propio aprendizaje, que se puede enriquecer con sus observaciones y correcciones.
Es casi seguro que erraré durante esta mentoría, y de los traspiés que surjan, aprenderé cosas nuevas.
Incluiré los comentarios asertivos que ustedes me hagan (también activaré los comentarios en el blog), porque al final, este libro será liberado como un animal indefenso en el mundo. Y los internautas decidirán si lo descuartizan o lo acogen como bestia de granja en sus establos.
En fin, poco me importa el destino final del libro, mientras ustedes y yo disfrutemos haciéndolo y aprendamos algo en el proceso. Si eso sucede, su propósito habrá sido cumplido, y no tendremos deudas con nuestra conciencia.
Para abordar el tema sobre las Técnicas de Redacción, sería útil recordar una conversación que tuve con el Pastor David Parra. Hablábamos de un artículo titulado “El Rol de la Iglesia en la Política” y yo comentaba que me había gustado el “encabalgamiento” en el estilo de redacción que había utilizado el autor.
– ¿Qué significa eso del encabalgamiento? – me preguntó el pastor.
– "Es una técnica literaria", le respondí, "que alegóricamente podríamos comparar con el trote de un caballo. Es el ritmo acompasado de las palabras, creado para dar la sensación de un trote al lector. Este ritmo ayuda a mantener la atención y evita la distracción."
Él estaba fascinado con el término, y yo le aconsejé:
– Usted tiene un talento natural para la redacción; debería considerar seriamente escribir un cuento.
Esto lo dejó confundido. Se trataba de un pastor que escribía artículos, sermones, devocionales…
– ¿Y no sería mejor escribir un libro?
– Primero hay que dominar el cuento – le dije con cierta confianza –. Una novela o un libro es, en esencia, un compendio de cuentos. La gente no lo nota, pero es así.
El cuento es como una burbuja; tiene su propia atmósfera y en él crece la vida con sus propias reglas. Una vez que eres cuentista, el resto de los géneros se vuelve más sencillo. Es como ser poeta; cuando tienes sensibilidad poética, tienes ganada una buena tajada en la narrativa...
Así estuvimos conversando durante mucho tiempo. Le hablé de Vallejo y "Los Heraldos Negros", de su impía pero hermosa manera de describir la fatalidad de la condición humana, especialmente en aquellos versos de “Los Dados Eternos” donde le dice al Creador:
"Dios mío, si tú hubieras sido hombre
Hoy supieras ser Dios
Pero tú, que estuviste siempre bien
No sientes nada de tu creación
Y el hombre sí te sufre, el Dios es él."
El pastor y yo terminamos teologizando, y encontrando el error en esas letras tan convincentes; resulta que Dios si había sido hombre en la persona de Cristo. Y de ese error de Vallejo, aprendimos que se puede decir una mentira, tan perfectamente contada, que engañe a toda una generación.
Esa era otra técnica de redacción.
Y ya que estábamos en esas, le hablé sobre la técnica de “El Martillo”.
Le expliqué en qué consiste “El Hacha”.
Y le conté sobre “El Detector de Mie$&#”.
(Ese título se lo dio Hemingway, así que no me consideren grosero).
Pero eso es tema para otra carta. Por ahora, lo dejaremos aquí. Gracias por la paciencia que demostraste para llegar hasta el final. (Rompiste la estadística del marketink y leiste más de mil palabras). Te has ganado una estrellita en la solapa después de escuchar a un hombre hablar sobre sí mismo.
En la próxima carta explicaré las Técnicas del Martillo, el Hacha, y el desagradable pero útil Detector de Mie$&#.
Nos leemos pronto.
Marco Gentile
Un simple Redactor
Este artículo una edición de la Carta # 1 del libro “Lo que aprendí del error”, puedes seguir la secuencia en mi Blog
Como amigo de Marco, me encantó leerlo, imaginé en mi mente su voz y me pareció una valiosa información, también es muy bueno para el público en general que le interese redactar bien. Ya me suscribí, tiene un lector fijo en mí. Felicidades.